Asociación Serranía de Guadalajara

Afectados, confinados, pero solidarios

El fallecimiento del alcalde de Cantalojas, Narciso Arranz, debido posiblemente a la afección por Coronavirus (y desgraciadamente de muchas más personas en nuestra Serranía), pone de manifiesto, cómo, también en esta ocasión, los problemas que afectan a nuestra sociedad repercuten, pero de distinta manera, en nuestro medio rural. Nos consta de las preocupaciones y esfuerzos de Narciso y de su corporación municipal para que la epidemia no llegara a su pueblo o, al menos, no se extendiera con consecuencias, imprevisibles y potencialmente graves, entre las gentes de su pueblo. Para él, para su familia, para los demás fallecidos y afectados, para sus compañeros de corporación y para toda la comarca va nuestro reconocimiento, que se suma al que se extiende por todo el país apoyando a cuantos defienden nuestra seguridad y supervivencia.

Posiblemente los ediles de nuestros pequeños pueblos se han visto en muchos casos impotentes frente a la amenaza que se les venía encima. Sus recursos son pocos, las posibilidades de controlar el confinamiento, escasas y en muchos casos imposibles de cumplir o de regular: los ancianos, sólos o con amplias limitaciones, el ganado que necesita comer y ser recogido, las medicinas o los alimentos que escasean, los familiares que no se pueden acercar al pueblo, el secretario, el médico o el cura que no hacen el servicio en estos días… Su proverbial soledad se eleva al cuadrado, no sólo afectiva sino vitalmente.

Declaración de la Asociación Serranía de Guadalajara
Declaración de la Asociación Serranía de Guadalajara

Las redes sociales nos dejan testimonios de los residentes en nuestros pueblos o de sus familiares: Entresacamos algunos de ellos: “Es duro en estos momentos, sacar ilusión de tu interior para seguir tirando de la cuerda que está atada al alma de una Casa Rural que está reclamando compañía… aunque seguiremos manteniendo la ilusión y daremos la bienvenida a la primavera y a un futuro con luz de vida”. Cada uno se organiza como puede: “En Majaelrayo tenemos un grupo de wasap y si baja alguien lo comunicamos, traemos para todo el que lo pide, bolsa en la puerta, paso atrás, deja el dinero, cierra la puerta y listo”.

En Valverde, y lo mismo en muchos otros pueblos, una persona autorizada baja periódicamente a por alimentos o medicinas para todo el pueblo. Y es difícil decir esto, en lugares ansiosos de visitantes, porque duele: “Por favor, quedaos quietos, no vengáis a nuestros pueblos, nuestros padres y abuelos son muy mayores y ya es casi lo único que nos va quedando en ellos”…

Y mucha gente que sigue dando el callo continúa en el pueblo, y no citaremos nombres. Por supuesto, las grandes cadenas de alimentación y productores “esenciales” hacen su esfuerzo y algunos seguramente su negocio. Pero ¿Quién ha ido con las vacas aun estando la mitad de la familia afectada y sufriendo ya los primeros síntomas de la enfermedad?.

¿Quién atiende la pequeña tienda rural a la que pocas veces nos acercamos los urbanitas porque preferimos los productos de la multinacional que ahora recibe alabanzas y apoyos? ¿Cómo sobrevivirá la casa rural que, ya de por sí en precario, ve cómo desaparece de su horizonte toda posibilidad de contratación, y compañía, a corto y medio plazo?

No es de extrañar que los ganaderos, castellanos sufridos y solidarios siempre, se quejen humildemente: “El sector agrario sufre demasiados ataques injustificados. Hace días que, en la difícil situación que estamos atravesando, no vemos respuesta ni opinión de conservacionistas, ecologistas o animalistas en las redes sociales… Hace días, semanas, nos movilizábamos para transmitirle a nuestra sociedad y a nuestros gobernantes que nuestro sector agrario se muere poco a poco…” Y se quejan de lo poco que se les reconoce: “En el mundo hay algo más que grandes marcas comerciales; ¿qué sería de vosotros si los pequeños agricultores y ganaderos dejamos de producir?”

La gran sociedad, la sociedad urbana, siempre tiene recursos: medios de transporte, fuerzas de seguridad, servicios sociales, asistencia sanitaria a pie de calle, grandes superficies comerciales. Pero. ¿cuánto tarda la asistencia sanitaria en llegar al último pueblo de la comarca, recoger a un enfermo, trasladarle intubado y conseguir una asistencia correcta? ¿Y qué le puede preocupar al abuelo no conseguir guantes desechables, antiséptico de manos o una mascarilla FFP3, si está solo y el producto está a una distancia inaccesible? ¿Qué tal se organiza la enseñanza on line de los niños cuando la cobertura o los medios en los pueblos no son adecuados? Aunque como en la Sierra, y en el mundo rural extremo, los niños ya casi no existen…

Siempre queda un consuelo: si no surge ningún problema en la red eléctrica o de comunicaciones aún se puede contactar por videollamada, Wasap o similar con la familia (donde hay cobertura), asistir a la misa o el rosario por la televisión, seguir en Atienza por Youtube la novena a la Virgen de los Dolores cuya festividad se celebra el Viernes de Pasión, volear las campanas en Valverde, como en la Edad Media, para animar a la gente del pueblo encerrada en sus casas y recordar a todos que no están tan solos… Y no hay mal que por bien no venga: la contaminación en las grandes ciudades ha bajado “milagrosamente”. Parece que no eran los agricultores los responsables, pero mientras tanto el CO2 que depuran nuestros campos y el agua que discurre desde nuestros montes sigue sin agradecerse a aquellos que están consiguiendo que en el medio urbano se consuman aire y agua impolutos.

Y menos mal que tenemos unos miles de millones para recuperar la economía, aunque no sabemos hasta dónde llegarán, quizás a los campos (de fútbol?). Ni si los pequeños productores familiares se podrán acoger a un ERTE; porque aquí, donde pequeños autónomos están cotizando con dificultades sólo para disponer de alguna prestación complementaria en el futuro, es toda la familia la que participa en la precaria economía familiar. Y en muchos casos va a bajar su productividad, quedarán sin coberturas y tendrán que echar una mano al resto de miembros de la familia. Lo que necesitan es un buen Programa Nacional de Desarrollo Rural que llegue hasta el final y sea efectivo; si no, habrá que instaurar un ERFE, Expediente de Regulación Familiar de Empleo con prestaciones, porque muchas veces la ley no contempla siempre su situación, o si lo hace es sólo para sancionar.

Algo tendremos que hacer; si no, el virus será sólo una pequeña matadura más en los ya magullados pellejos de nuestro medio rural, con frecuencia olvidado, despreciado, y castigado salvo a la hora de hacer declaraciones y formular propósitos casi siempre incumplidos.

José María Alonso Gordo
Asociación Serranía de Guadalajara

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